WOVEN HAND: UNA ENTREVISTA CON DAVID EUGENE EDWARDS



14 de enero de 2005
Barcelona


Al final, a 16 Horsepower se les ha acabado su tiempo. Formados en 1992 en Denver, David Eugene Edwards, Jean-Yves Tola y Pascal Humbert dejan atrás una breve pero intensa discografía: cuatro discos de estudio, un álbum de rarezas y un live de apropiado título, “Hoarse” (ronco), a lo que hay que añadir el lanzamiento de un doble DVD conteniendo vídeo-clips, entrevistas y actuaciones.

Escuchándola en retrospectiva casi podemos advertir cómo su evolución traía consigo las semillas de la discordia: al exultante debut “Sackcloth’n’Ashes” (1996), pequeño hito en la reactivación del Americana desde la perspectiva del Midwest y el post-punk, le siguió un año más tarde “Low Estate”, incorporando de forma fugaz a su viejo compañero Jeffrey Paul Norlander y con Pascal Humbert ocupando de forma definitiva la plaza al bajo. Gracias a la influencia europeizante de Norlander, con sus órganos, violines, cellos y peculiar estilo a la guitarra, 16 Horsepower recogieron los intoxicantes aromas de cabaret y burdel barato característicos de The Denver Gentlemen mezclándolos con un sonido a veces catedralicio, en un puñado de canciones más que nunca conscientes de su teatralidad.

Encajados en un gótico americano resonante de ecos de viejas batallas perdidas (Joy Division, Gun Club, Birthday Party), 16 Horsepower eran “a real thing”. Fueron años de largas giras, marcados por su salida de la multinacional A&M y una creciente voluntad de explorar atmósferas, lo que daría lugar a algunos de sus mejores momentos como grupo: “Secret South” (2000) y “Folklore” (2002) se presentaban contenidos en sus propias disensiones internas, poético e inconsolable el primero a pesar de sus ocasionales andanadas, auténticamente sombrío el segundo, implacables ambos en el proceso de introspección que llevaría a su líder a prescindir de productores y dar forma a su proyecto paralelo Woven Hand con diversos músicos de Colorado.

Con la publicación de “Woven Hand” en ese mismo 2002 el bluegrass y las referencias al Medio Oeste comenzaron a perder peso, mutando a estructuras mucho más arcaicas. Si existía una música capaz de atraer bandadas de cuervos, buitres y pájaros de mal agüero, parecía ser esta. No sorprende que una revista europea de doom y death metal dedicara espacio a comentar su disco el año pasado: para su editor, alguien como David Edwards tenía más derecho a aparecer en sus páginas que muchos grupos supuestamente entregados al dominio de la oscuridad.

A la larga, esta creciente severidad de formas pasó factura a todos. En su primera entrevista tras el comunicado de disolución del grupo el batería Jean-Yves Tola comentaba hasta qué punto se fue enrareciendo el ambiente:

«Lo llevamos bien durante años pero se ha hecho más difícil con el paso del tiempo, especialmente ahora que David tiene su propia banda. Pascal y yo no compartimos sus creencias religiosas. Creo que la necesidad de juzgar y convencer a los demás de que tu verdad es la única verdad es signo de la fragilidad de tus propias creencias. Su voz, incluso cuando habla a través de Woven Hand, alcanza a 16 Horsepower y no nos sentimos muy cómodos por ello. Es demasiado abrumador. Es una de las razones por las que hemos decidido parar».

Un periódico holandés subscribía esta opinión, expresándola sin ambages tras una de sus últimas actuaciones en Ámsterdam: «El entusiasmo de los primeros conciertos ha desaparecido por completo. Todo sentido de la perspectiva ha sido ocupado por fanatismo, introversión y amargura».

Poco hay que objetar a las quejas de Yves-Tola y de los fans decepcionados. Pero si de lo que se trata después de todo es de llevar las cosas a sus últimas consecuencias y testimoniarlo a través de música implacable, entonces hay que decir que David Edwards no se ha desviado un ápice de la dirección original constituya esta o no una carretera incierta. 16 Horsepower tampoco es que fueran nunca el grupo más cool y alegre del mundo –aunque sí uno de los mejores de su generación–, y ya su bautismo hace doce años, cuando para elegir su nombre se inspiraron en una vieja canción folk sobre un hombre que hizo conducir al cementerio el cuerpo de su mujer en un carruaje tirado por dieciséis caballos, constituía un anuncio de las heladas advertencias que siempre planearon sobre el grupo y sobre su líder. ¿Quién es el que escupe de su boca a los tibios?

Unas semanas antes de que se difundiera la nota de separación, Edwards había decidido volar directamente de Denver con Woven Hand para interpretar en directo –cuatro días consecutivos la música que compuso para “Blush”, la última producción de la compañía belga de danza avant-garde Ultima Vez, frente a toda la beautiful people de Barcelona congregada en el Mercat de Les Flors. No se trataba precisamente del Lago de los Cisnes, sino de una encrespada y babélica incursión en las obsesiones humanas a partir de una vieja leyenda europea de brujería medieval en la que un sapo es triturado y desecado como afrodisíaco. El espectáculo que desarrolló la compañía sobre el escenario –imprevisible, violento y abrumador por instantes, cargado de pulsiones y atosigante sexualidad– casó a la perfección con lo que constituye el segundo álbum de Woven Hand, “Blush Music” (2003), relegados como cuarteto a un lado del escenario pero cruciales a la hora de otorgar sentido a la representación. Una música precisa en su ejecución, con sonido rayano en lo perfecto; lo mejor de ese espeluznante choque de rock gótico y folk de los Apalaches que los aparta de cualquier otra banda.

Lacónico, amable aunque abstraído por momentos, Edwards nos había respondido a algunas cuestiones esa misma mañana confirmando de paso la impresión de que, como suponíamos, ofrece al prójimo la perfecta apariencia de un hombre tranquilo.




Apareces en el film documental de la BBC sobre el sur de los Estados Unidos “Searching for the Wrong-eyed Jesus”.

Espera un segundo que me líe este cigarrillo… creo que tengo fuego por aquí. Dime, qué decías.

¿Cómo conociste a Jim White? ¿Sois amigos?

Lo conocí poco antes de intervenir en la película, solo hemos estado juntos dos o tres veces. Tenemos amigos en común, aunque el encuentro fue a través de David Byrne, de su discográfica.

Hablé con él hace unos meses. Estaba girando por UK con un músico de Denver al que conocí en España, un viejo conocido tuyo en la primera formación de Woven Hand, Paul Fonfara.

¡Paul Fonfara! ¿Qué tal está?

Bien, con su grupo Painted Saints. Me comentó que quería cambiarse el nombre.

¿Para qué?

Pues no sé. Creo que me tomaba el pelo. A Woven Hand los descubrí gracias a él. Te he traído un pequeño obsequio por cierto, un par de CDs de Skip James. Fue un viejo bluesman de los 30. Se ganó el sobrenombre de «El mesías de los condenados».

Gracias, los dejaré en recepción y luego los escucharé. ¿De dónde eres?

Del interior, de una pequeña ciudad castellana. Tenemos un bonito castillo medieval allí. Tu concierto con 16 Horsepower en Azkena Festival se suspendió el pasado verano.

Sí, nuestro batería se fracturó la rodilla. Se cayó de un caballo.

¿Tienes planes para 16 Horsepower?

Ninguno a corto plazo, no estamos grabando nada, aunque estamos intentándolo. Yves y Pascal están un poco fuera del mundo de la música ahora mismo. Yves vive en California. Pascal bastante lejos de Denver, a unas cinco horas en coche, y resulta muy difícil encontrar tiempo los tres para hacer algo juntos.

¿Qué tal fue el estreno de “Blush” ayer?

Muy bien. Se aleja de lo que hago. La banda toca muy fuerte, pero está un poco al margen.

No es la típica audiencia de rock…

No, de hecho la banda es algo secundario en el espectáculo; la gente no viene a vernos a nosotros. Pero me gusta, realmente disfruto con esto, es diferente.

Me imagino algo como las producciones de Robert Wilson, “Woyzek” y “The Black Rider”, con el grupo en un foso a modo de orquesta mientras se desarrolla el show.

Sí, algo así. Nosotros estamos a un lado. Debemos prestar mucha atención al escenario y a cómo se desarrolla la obra, todo está sincronizado, la responsabilidad es muy grande.

Tengo la impresión de que te importa poco ante quién tocas.

Me importa poco en el sentido de que yo toco igual, sea como sea la audiencia que viene a verme. No tenemos un público definido, a nuestros conciertos viene gente mayor o de mediana edad, jóvenes universitarios, trabajadores, soldados.

Tu último trabajo con Woven Hand “Consider the Birds” me recuerda a las viejas grabaciones de Nico, “The Marble Index” o “Desert Shore”, no tanto en el estilo como en que la música parece no situarse en algún espacio o tiempo identificables.

Antes las canciones surgían de modo más espontáneo. Ahora la música es más reflexiva y elaborada, nos hemos tomado más tiempo en el estudio. Es lo que las canciones pedían.

Sigues incorporando instrumentos tradicionales y algo inusuales.

Me gustan los instrumentos antiguos. No importa que sean baratos o no tengan gran valor. Cada uno de ellos tiene su propia alma. No los colecciono por afán aunque también me atrae su aspecto externo. A muchos músicos la idea de tocarlos les parecería ridícula, supongo.

Vienes de la América profunda, Europa es como tu segunda casa desde hace mucho tiempo. ¿Has notado algún cambio en la percepción que los europeos tenemos de tu país, envuelto en tantas guerras?

Mmmmmm. Sí. Creo que la gente aquí es ahora más… más vehemente, más enérgica en sus protestas.

Los grupos de Denver parecéis muy colgados por el pasado. Las atmósferas musicales, los mitos, los viejos dramas y leyendas orales. ¿Hay espíritus en el aire allí? ¿Qué clase de ciudad es?

Es un gran núcleo urbano, una ciudad cada vez más cara. Hay un buen ambiente musical y cultural. Está creciendo muy rápidamente, hay un movimiento y un flujo constantes, llega gente de todas partes, California, Nuevo México. Por otro lado está en un valle como atrapada y flanqueada por las Montañas Rocosas a un lado, por las grandes planicies al otro. Está a mucha altitud. No es raro ver a los cowboys paseándose por el centro con sus sombreros y caballos. Supongo que responde al tópico de las vacas, los ranchos, todo eso. Hay también mucha población hispana, a veces todos parecen hablar español. Me gusta.

¿Te relacionas con otros grupos locales como Tarantella o Devotchka?

Sí, los veo todo el tiempo. A John Rumbley de Tarantella, a Kal Cahoone. Ella enseña español en la universidad libre de Denver; solemos poner su disco antes de nuestros conciertos.

¿Qué recuerdas de tus comienzos con Denver Gentlemen? ¿Estás en contacto con Jeffrery Paul Norlander?

Lo veo a veces. Nuestros hijos son amigos.

Aquel primer disco suyo, “Introducing… The Denver Gentlemen” sigue sonando sorprendente.

Desde luego. Ahora ha vuelto a reactivarlos, acaba de ofrecer unos cuantos conciertos en Colorado, aunque no toca en directo muy a menudo.

¿Recuerdas esos días como una época difícil?

Siempre es difícil.

Me refería a una dificultad material. Ahora estás aquí en España en un bonito hotel de primera. ¿Creías llegar tan lejos?

No, no, nunca. Pero tampoco era ese nuestro objetivo cuando empezamos con Denver Gentlemen.

¿Fue en Los Angeles?

No, en Colorado. Slim Cessna estaba con nosotros, habíamos tenido un par de formaciones antes de eso. Luego nos movimos a Los Angeles en busca de trabajo, y más tarde yo regresé a Colorado y 16 Horsepower cobró forma. No me gustaba la idea de que mis hijos crecieran allí.

¿Hay algo que te apasione de la música actual?

¿Actual?... Mmmmmm… Smog. Me encantan. Pero hay muchos músicos haciendo cosas interesantes, eso está claro.

Habéis publicado algunos video-clips, pero en general vosotros parecéis funcionar un poco en la periferia del negocio.

Nunca hemos formado parte de él.

¿Tenéis relación con otros grupos, por ejemplo?

No, la verdad es que no. A veces tocamos en grandes festivales y todos parecen conocerse entre sí. Y es raro que nosotros conozcamos a alguien. No sabemos quiénes son (risas).

Creo que se debe más a vuestro carácter que a vuestro relativo aislamiento en Denver. Daría igual que fuerais de Nueva York o Los Angeles.

Sí, así es. No hago demasiados esfuerzos por relacionarme, sabes.

Giraste con los Popes. ¿Te llevaste bien con Shane MacGowan?

No me llevé de ningún modo con Shane MacGowan, creo que nadie entre nosotros se llevó de ningún modo con él. No hablé con él. Eso fue hace tiempo de todas formas.

¿Te gustaban los Pogues?

Por supuesto. Eran sorprendentes, estaban llenos de talento. MacGowan debe ser un buen tipo, en cualquier caso.

Creo que Mark Lanegan es fan tuyo. ¿Te gustaban Screaming Trees?

Fueron la mejor banda de Seattle, mis favoritos. Lo que hace Mark ahora es un poco… confuso, para mí.

¿Quién es la personalidad más destacable del negocio con la que has tenido trato, a pesar de todo?

(Largo silencio) Mark Sandman de Morphine. Hicimos un largo tour con él y su grupo. Un tipo muy especial. Nos llevábamos muy bien, y aunque luego cada uno siguió su camino, fue un placer conocerlo.

Vi “El Séptimo Sello” hace poco, con Max von Sydow, y me acordé al instante de Woven Hand. Algo en la atmósfera, como una vibración que identificas enseguida.

Bergman es uno de mis directores favoritos, pero no esa película en especial. Prefiero “El rostro”, no sé si la has visto; adoro a Max von Sydow.

Siempre dices que la música viene de Dios.

Sí.

¿Puedes entender otra idea, la de que la música pueda ser un veneno, algo que extravíe nuestra mente? Algunos viejos bluesmen de entreguerras, tan creyentes como tú, pensaban a veces en ella como algo dañino y maligno, un don del diablo. Un poco como esos filósofos del lenguaje para quienes la palabra es la fuente de toda confusión y dolor y de la pérdida de la inocencia.

La comprendo. Claro que la comprendo, completamente. Mira, la música es lo que es. Creo realmente que viene de Dios, desde el instante en que todo viene de él. Pero lo que uno hace refleja su propio interior. Lo que compones, o escribes, eso eres tú. Y si existe maldad o confusión en ti, o lo que sea, así será también tu música. Pero el espíritu seguirá estando en ella, porque también esa música sirve a sus propósitos.

Me pregunto cuántos de los que han entendido su arte como una especie de cruz o, como Rimbaud, se han condenado por depositar en él esperanzas sobrehumanas, lo han convertido en ello simplemente porque lo deseaban.

Sí, para algunos puede ser como dices. Se piensa en la música muchas veces como algo banal, una especie de entretenimiento. Pero puede llegar a ser algo terrible y poderoso.

Dostoyevski dedicó un año a su último libro, “Los Hermanos Karamázov”, pero solo tres semanas a lo que él llamó «los capítulos blasfemos», que no eran pocos, y que él dijo haber escrito como bajo un trastorno de rabia febril. ¿Te has sentido alguna vez arrastrado por esa fuerza, esa «voz negra del coro», de una forma que pareciera escapar a tu control o no te gustara?

Puedes estar seguro. A veces… (Silencio) Es que no es fácil hablar de esto. Es como sentirte... un canal de algo extraño que llega a asustarme. Puede ser una experiencia turbadora para mí, porque sé bien que lo que entonces está teniendo lugar concierne a mi mente, o a mi corazón.

Me gusta mucho la portada de “Consider The Birds”, esa criatura de grandes ojos bondadosos resulta extraña. ¿Es un ángel o un demonio? ¿Quién la pintó?

Gracias. La pintó una amiga nuestra de Chicago llamada Gina, son cuadros muy pequeñitos. La mujer de la funda interior es un ángel. Pero la criatura de la portada, no lo sé, imposible decírtelo.


* Entrevista publicada en Ruta 66 Tiempos de Rock'n'Roll, nº220. Gracias a Jaime Gonzalo por sus gestiones y amabilidad.











Blush (2005) Trailer



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